Uno de aquellos dos mundos que se encontraron en 1942, el de los vencedores, acaba de celebrar, sin remordimientos y con autocomplacencia, los 500 años del suceso que mejor contribuyó a extender y consolidar su poderío en el planeta, a expensas de este “otro”mundo.
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Uno de aquellos dos mundos que se encontraron en 1942, el de los vencedores, acaba de celebrar, sin remordimientos y con autocomplacencia, los 500 años del suceso que mejor contribuyó a extender y consolidar su poderío en el planeta, a expensas de este “otro”mundo.
Al mismo tiempo, a este otro lado, los pueblos indígenas y negros, cada día más organizados, reivindican el signo y el prodigio de sus quinientos años de resistencia.
En medio del tumulto de voces y acciones provocado por el evento, todavía se deja oír la voz de Bartolomé de las Casas, poniendo el dedo en llagas que no han cicatrizado vigencia de su persona y obra no se debe sólo a su propia genialidad o apasionamiento, que los tuvo, sino también a que no se han solucionado, y a veces se han agudizado, los problemas y situaciones que provocaron su pasión. Una pasión acompañada de una clara opción humanista y de una abundante erudición, propias ambas de su tiempo.
Es cierto que, como hombre su tiempo estaba lejos de entender la “indigenización” de la Iglesia hasta sus últimas consecuencias, la legitimación del caminar religioso auténtico de cada pueblo; sin embargo, reconocemos en él a un precursor de las actuales inquietudes por la inculturación del Evangelio.
De igual manera, en el ámbito político, fue hijo del Renacimiento que conoce el fenómeno de la consolidación y expansión de las nacionalidades en Europa. No se le puede pedir, pues, que se oponga a esa tendencia histórica; y con todo, se sobrepuso a su época y fue el primer europeo en reclamar la autodeterminación de los pueblos indígenas.
Cinco siglos después, a través de la llaga abierta por la espada de la invasión con empuñadura en forma de cruz, sigue sangrando el continente americano, sobre todo en sus hijos e hijas indígenas, y sigue resonando la pregunta que escuchó Bartolomé de Las Casas de labios del dominio Montesinos:
“Estos, ¿no son hombres?. Aquella pregunta, junto con la experiencia de los estragos de la conquista, hizo cambiar al encomendero Las Casas, que más tarde vistió también el hábito de Santo Domingo.
Como hijos de esta tradición, y precisamente desde la tierra que tuvo a Fray Bartolomé como Obispo, hemos querido dar a la luz este primer número de la serie TEXTOS AK’ KUTAN, que recoge la reflexión de dos dominicos y el comunicado del Capítulo General de la Orden Dominicana reunido en México en julio de 1992. es la primera obra de AK’ KUTAN CENTRO “BARTOLOMÉ DE LAS CASAS”, que se hace eco de la voz protética de Fray Bartolomé, al servicio de un Evangelio inculturado y de la liberación íntegra de los pueblos indígenas.